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medio de las ovejas que les caminaban alrededor. 74 El Turco dijo que Pugliese se estaba volviendo loco. Los otros dijeron que eran visiones que se les producían por el cansancio. Acosta, que había estado en las piedras al lado de Pugliese, dijo que podía ser, pero que él había oído a las mujeres hablar y a las ovejas balar y que lo que se oye no es una visión, y que después sí vio a Pugliese acercarse haciendo un ruido con los dientes que le dio miedo; más mie- do del que siempre llevaba. Los Magos convencieron a todos de que Pugliese estaba medio loco. Muchos se vuelven locos. El Turco los puteaba porque con la historia de las monjas habían perdido no sé qué paquetito que les mandaban los de Intendencia: Lentos y mentirosos. ¡Y para colmo boludos y ahora locos! recriminaba el Turco. Pero la noche siguiente, después de la comida, llegó Viterbo con García. Habían salido a campear un cordero. De vuelta en el calor, tomando media botella de Tres Plumas, todavía temblaban. Miraban a Pugliese. Lo miraban al Turco. Miraban a los otros y hablaban muy bajito. Contaba Viterbo: Las vi yo, las vio él. Hablaban. Así, como dijo Pugliese la otra noche. Dos monjas. ¡Hacía diez grados bajo cero, al menos! Le hablaron a él, a García. El estudiante quería interrumpir, castañeteaba, hacía que sí con la cabeza y trataba de dibujar con las manos una monja en el aire. ¿Qué eran? 51 Eran monjas. ¡Las vimos! tartamudeaba Viterbo . Hablaban. Había corderos con ellas: las seguían. ¿Y por qué no agarraste uno? jodio alguien. Aparecieron de repente, del aire, de esa neblinita que flota arriba del suelo cuando se para el viento, nacieron. 75 ¿Y estaban buenas? preguntó un porteño, y alguien rió. Viterbo no hizo caso: De repente, salían. ¡Aparecidas! Le hablaron a él, a García... se dirigió al muchacho . ¡Contales vos...! García habló. No paraba de temblequearle la boca: No sé qué decían. Hablaban en castellano..: ¿Qué dijeron? preguntaban a García. García hacía formitas en el aire con las manos. Dijeron algo como que "hermanos del amor", una cosa así seguía Viterbo . Yo rajé enseguida. Me asusté. Por la manera de mirarme, por la manera de aparecer, me cagué de miedo y rajé... ¡Qué iba a hacer! García al ratito me alcanzó. Después García pudo volver a hablar: ¡Cientos de corderos hacían crecer entre las piedras! dijo. Fue todo lo que pudieron sacarle. Viterbo, en cambio, contó la historia varias veces. Agregaba, quitaba cosas, y cada vez parecía más cierta. Las opiniones de los Reyes se dividieron. Las opiniones de los pichis se dividieron igual. Unos pensaban que era verdad y otros que también, Viterbo y García se estaban empezando a volver locos y que todos se iban a volver locos. Igual impresionaba: aunque la historia que le cuentan a uno no alcance a impresionar y aunque uno no la crea, impresiona sentir la impresión que trae el que la cuenta por el solo hecho de contarla. ¿No? ¡Todos impresionados! Los Reyes y los pichis dudaban. El Turco se golpeaba las piernas tratando de pensarlo mejor. Calcularía qué provecho podría sacar a las aparecidas, pero estaba impresionado él también. 76 Viterbo seguía hablando. Ya había convencido a todos de que no mentía, que era verdad. ¿Y vos, Quiquito, crees que yo creo esto que me contás? le pregunté. 52 Vos anótalo que para eso servís. Anota, pensá bien, después saca tus conclusiones me dijo. Y yo seguí anotando. 77 53 8 Tiempo después la radio de los británicos transmitió algo de dos monjas que nadie pudo oír bien, porque estaban carneando una oveja en el almacén. El mismo día, el Turco contó que los de Intendencia habían hablado de las monjas aparecidas y que toda la tropa lo que quedaba de la tropa andaba muerta de miedo por las aparecidas y que ya nadie quería patrullar, con más miedo a las monjas que a los tiroteos británicos, que en esos días estaban amainando. Pero aquí, el que ande con miedo, se vuelve al Ejército avisaron los Magos, y de a poco, los pichis fueron hablando cada vez menos del tema, aunque se los veía más dispuestos a discutir de religiones y a escucharle al tucumano las historias de vampiros y de los hombres tigre que, según él, aparecían de noche por las sierras de Famaillá. Lo más hablado: lo más hablado eran las quejas. Conscriptos, suboficiales y oficiales, siempre con quejas, meta quejarse. Después, entre la tropa, lo más hablado eran las 78 cosas de los británicos. De los británicos se hablaba mucho entre los que seguían peleando, quiere decir: entre los que podían seguir aguantándose los cañonazos de los barcos, los cohetes y las bombas
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